Las palabras son mágicas, curan, unen, pueden ser imaginadas y se plasman aquí para ser disfrutadas. Deja a tu alma unirse a la mía, recorrer nuevos mundos, inventar nuevos personajes y vivir con ellos las palabras de sus aventuras.

miércoles, 21 de noviembre de 2012

CAPITULO XVIII

Me dejé caer sobre mi espalda en la cama y suspiré profundamente tapándome la cara con las manos. Un sinfín de emociones desagradables me embargaban, recorrían mi cuerpo de arriba a abajo intentando salir.   ¿Por qué me había dado ese papel el camarero?
- No era para mi. Se ha equivocado - pensé.
Pero no era cierto y en mi fuero interno lo sabía. Me la había dado a mi y se había cerciorado de que la cogía. ¿En qué lío me estaba metiendo? Bueno, en realidad no me estaba metiendo en ningún lío. Solo era mi cabeza que quería construir un puzle al que le faltaban piezas. Una combinación de puzle y pesadilla que estaba alejándome del dolor por la pérdida de Alan. Recordé su billete de avión...Pero... y me deslicé hasta el suelo y lo pisé firmemente, ¿qué puzle? ¿Qué piezas? ¿Que misterio?
- ¡¡¡Pisa el suelo Rebeca!!! - me ordené enérgicamente. Y entonces quise tomar una determinación. 
- Mañana mismo iré a ver a Luis - dije en un susurro - Tengo que admitir que esto me supera.
Luis era un colega de profesión. Bueno, no exactamente. Él era psiquiatra y psicoterapeuta, además de un buen amigo. No acudiría a él en calidad de profesional, si no de amigo con potestad para recetarme algo que me ayudara a salir de esta espiral de paranoias en la que estaba entrando. Algo que me ayudara a no creer que vivía en una novela de misterio. En mi vida profesional no era especialmente partidaria de que mis pacientes tomaran medicación, pero tenía que admitir que había casos en los que, sin esta ayuda, sería imposible trabajar, Y ahora pensaba que, sin esta ayuda, iba a ser muy difícil seguir adelante, al menos al principio. Notaba como me acercaba peligrosamente a la barrera de lo patológico y necesitaba mi cabeza bien situada si quería ser el sostén de mi familia. Si quería ser mi propio sostén el futuro.
Me dirigí al baño y cerré la puerta. Tomé un baño con aceites relajantes y me sumergí todas las veces que  fueron necesarias hasta que puede empezar a llorar, a soltar toda la desesperación y la angustia que tenía en el pecho. No iba a saber vivir sin Alan. Él era el pilar sobre el que me apoyaba, él era el sostén de la familia, él era mi sostén. El que siempre estaba en casa cuando yo abría la puerta y me recibía con un "hola ¿qué tal tu día?", el que se reía cuando me ponía madre coraje, herida en mi narciso de madre de hijos estupendos, y hacía que me riera de mis propias reacciones. Él era mi compañero de vida, a quien deseaba por la noches y añoraba por las mañana cuando abandonaba la cama temprano para ir a trabajar.
Salí de la bañera exhausta y me sequé el cuerpo y me pasé el secador por el pelo. Me puse un pijama de Alan... aun olía a él.... y me metí en la cama. Creo que estaba tan cansada que me quedé dormida casi al instante, pero tuve unas pesadillas horribles. Yo corría por un camino ascendente de una montaña. alguien me perseguía, aunque no podía ver quién era. Corría angustiada, corría muy rápido, veía pasar los árboles  a toda velocidad por el rabillo de mi ojo derecho. Miraba atrás constantemente pero no veía a mi perseguidor. Llevaba un bolso colgado en bandolera que pesaba muchísimo. Mientras corría, tenía la sensación de que me cortaba el cuello con su peso. Sabía, con certeza, que debía proteger lo que había dentro. Entonces el camino se terminó, no había nada más... el vacío... Y como iba corriendo, no podía parar a tiempo y caía... Y me desperté bañada en sudor, con el pulso acelerado, como si de verdad hubiera estado corriendo, y muerta de miedo.

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