Era una tarde calurosa. Se asomó al balcón de su habitación para admirar el bello paisaje. El viento azotó sus cabellos y la brisa del mar llegó hasta su cara. Se sentía en paz. Miró al horizonte y se transportó a su lugar feliz. El bosque de arces de su infancia se hallaba plagado de olores, sonidos, sensaciones que le recordaban los tiempos felices en que los tres estaban juntos. Su familia había trascendido a otro estado menos corporal y ella los echaba de menos. Corrió por el bosque como cuando era dichosa, cuando pasaban allí las tardes en busca de paz y soledad. De repente, un ruido. Alguien estaba en su lugar feliz. Fue despacio, con cuidado de no pisar las hojas caídas en el suelo. Allí, en un claro, estaba él. Alto, moreno, mirando al horizonte, inmóvil. Sus mentes se unieron en una silenciosa comunicación.
- ¿Qué haces
en mi lugar feliz? - preguntó ella
- Solo pensé
en un lugar que me diera paz y aparecí aquí. no sabía que este lugar era tuyo
- No es mío,
solo me procura felicidad. Puedes quedarte...
- Gracias por
compartirlo conmigo. ¿Cuál es tu historia para viajar hasta aquí?
Ella le relató
su tragedia y cómo venía de vez en cuando a su lugar feliz, buscando paz.
- ¿Y tu? ¿Qué
haces aquí?
-
Buscarte
Entrelazaron
sus manos y mirando juntos al horizonte, uniendo sus almas y sintiendo una gran
serenidad.
- ¿Volverás? -
pregunto él
- Seguro.-
respondió ella
- ¿Y cómo
sabré que estas aquí?
- Como lo has
sabido hoy. Solo sienteme.
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