Las palabras son mágicas, curan, unen, pueden ser imaginadas y se plasman aquí para ser disfrutadas. Deja a tu alma unirse a la mía, recorrer nuevos mundos, inventar nuevos personajes y vivir con ellos las palabras de sus aventuras.

miércoles, 13 de febrero de 2013

EL PENSAMIENTO GUÍA


Quise dejar vagar mi pensamiento, recorrer los recovecos de mi cerebro, de mis venas, de mi entrañas… Buscaba el origen, el comienzo de aquella desazón tan enorme que me recorría el cuerpo, que empezaba en la boca del estómago y terminaba con un escalofrío en mi cabeza. ¿Qué era aquello que no dejaba parar mis pensamientos, que no les dejaba llegar a tomar forma, que, antes que pudiera verbalizarlos, ya se habían esfumado, ya se habían escondido en algún rincón inaccesible? Debía encontrarlo porque, de lo contrario, tenía la sensación de que terminaría volviéndome loca, loca de esas que hablan sin sentido, rápida e inconexamente, loca de esas que ya no son capaces de contener sus pensamientos detrás de la barrera del lenguaje. Bauticé a aquel pensamiento como el “pensamiento guía” y lo puse a trabajar incansablemente recorriendo todos los rincones accesibles, visibles y conocidos. Solo le di dos pistas, las que yo tenía: algo me desestabiliza, no me agrada, y de seguro está camuflado. Como un rayo se movía entre las ideas, las representaciones, las sensaciones, los recuerdos conscientes… y no halló lo que buscábamos. Entonces le ordené bajar más aún, allí donde está lo prohibido, lo angustiante, lo reprimido. Noté cómo se vestía de diferente forma también y ocultaba su vestimenta de pensamiento guía bajo la de un pensamiento angustiante y ataba un hilo transparente y fino alrededor de mi corazón. Sentí su zambullida al abismo, a lo extraño, a lo desconocido; noté como tiraba de mi corazón y a medida que bajaba iba tocando ideas, representaciones burdas, primarias pero reconocibles. Allí estaban las imagos de mis predecesores, las de los afectos infantiles y recuerdos no corpóreos difíciles de reconocer. Mi pensamiento subió y se sentó agotado en lo alto de mi corazón. “¡Vuelve a bajar!”- le ordené – “Tiene que estar ahí”. Y obediente se lanzó de nuevo, buceó por los rincones y, de repente, se paró. Noté su abatimiento, no era solo angustia, no era solo miedo, era un total y absoluto sufrimiento. Allí estaba, había encontrado el origen de mi mal. “¡Átalo a ti y súbelo!” – le insté. El pensamiento guía no podía subir, el afecto reprimido era demasiado pesado y llevaba su disfraz que aún le hacía más pesado. ¡”Desprovéelo de su coraza!” – le sugerí-. “¡Que suba desnudo!”. Eso se merece, pensé, que le podamos ver expuesto. El pensamiento guía lo izó entonces mucho más ligero. Aunque el afecto reprimido se movía y se resistía a ser izado, logramos llevarlo hasta el corazón y pudimos mirarlo a los ojos… El afecto lloraba, cabizbajo, pero no angustiado. Lloraba con tristeza, con la tristeza de haber estado mucho tiempo solo sin saber a que agarrarse. “Ahora puedes agarrarte a mi” – le susurré-. “Ya no eres angustiante, solo algo que no debió suceder, solo alguien que no debió ser”. “Ocupa tu lugar aquí arriba para que pueda seguir adelante, por favor. “Ya no tienes valor de angustia ahora nada más eres un recuerdo”. Y el afecto, convertido en recuerdo con forma y volumen, secándose las lágrimas, sonrió y se colocó en el estante de los recuerdos lejanos sin afecto.

3 comentarios:

  1. Qué bueno Nadia! Escribes de lujo, me ha encantado!

    Un besazo a los 4!

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    Respuestas
    1. Gracias Dani!!! Me reconforta mucho saber tu opinión y que, aunque estemos lejos, estamos tan cerca...
      Besos para los 3.

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  2. En este, supongo, enorme esfuerzo de poner en palabras la determinacion de alcanzar las vivencias que se situan mas alla del inconsciente y plasmarlas para que todos los que te seguimos nos sintamos identificados con esa lucha y esa busqueda, eres la mejor. Enhorabuena y que sea para bien. PEMA.

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