Las palabras son mágicas, curan, unen, pueden ser imaginadas y se plasman aquí para ser disfrutadas. Deja a tu alma unirse a la mía, recorrer nuevos mundos, inventar nuevos personajes y vivir con ellos las palabras de sus aventuras.

miércoles, 19 de septiembre de 2012

CAPÍTULO III



Desde que nacieron mis hijos tengo escasas ocasiones de escaparme allí a otra cosa que no sea trabajar. Pero antes de su nacimiento lo hacía. Es el lugar donde puedo pensar con claridad, donde puedo distanciarme de las cosas y decidir sin sentirme presionada. Cuando murió mi padre sentí tanta pena que no había lugar en el universo donde pudiera refugiarme. Mi marido me cogió de la mano y me condujo hasta mi despacho.

- Aquí estarás bien – me dijo – Aquí puedes llorar. Traeré café caliente y algo de comer un poco más tarde.
Al cabo de dos horas apareció con café, croissants, una manta y una almohada. Pasé allí dos días. Después, salí recuperada, asumí el dolor y aprendí a vivir sin él.
Siempre he pensado que llegará un momento en el que pueda retomar mis viejas costumbres, que nuestros hijos ya no necesiten que su padre y yo estemos tan dedicados a sus necesidades. A mi marido y a mi nos gusta pasar tiempo juntos en casa. Cocinando juntos, más bien él cocina y yo el hago de pinche, pero es divertido y gratificante; y también salir a tomar una cerveza a alguno de nuestros lugares preferidos, como el viejo bar situado en una de las calles del barrio antiguo, donde Samuel nos atiende con tanta amabilidad siempre que vamos. El bar de Samuel, el Viejo Tren se llama, es el lugar más viejo que yo haya visto jamás en cuestión de locales. Parece que se fuera a caer de un momento a otro y, sin embargo, es un lugar acogedor, tranquilo, discreto y muy limpio. Nos gusta ver películas acurrucados en el sofá más pequeño y haciendo equilibrios con un bol de palomitas y unas coca colas apoyadas en la mesa y casi siempre difíciles de alcanzar.

Lo mío es una existencia de lo más normal. De lo más normal si no fuera por lo que me ocurrió hace unos meses. Algo que estuvo a punto de volverme loca, o más loca aun.

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