Las palabras son mágicas, curan, unen, pueden ser imaginadas y se plasman aquí para ser disfrutadas. Deja a tu alma unirse a la mía, recorrer nuevos mundos, inventar nuevos personajes y vivir con ellos las palabras de sus aventuras.

domingo, 30 de septiembre de 2012

CAPÍTULO XIV

Me desperté sobresaltada, por el ruido del teléfono, y desorientada; de repente no sabía dónde estaba, pero de un solo golpe todo se vino a mi mente. ¡Dios mío, no había sido un sueño! Busqué la luz y descolgué el teléfono al mismo tiempo que miraba la hora. Las diez. ¿Pero de la noche o de la mañana? 

- ¿Si? – conseguí decir 
- Señora Marfen, buenos días. Espero no haberla despertado – el señor Ockham era quien hablaba al otro lado de la línea y me había aclarado la duda del tiempo con sus primeras palabras – Su avión de regreso sale en tres horas y he pensado que quizá le gustaría desayunar algo antes 
- Ehh… esto… si, claro – me había pillado totalmente descolocada 
- Bien la espero en el vestíbulo. Procure no tardar o perderá el vuelo. 
- Por supuesto – respondí – bajaré en treinta minutos 
Me metí en la ducha con la pretensión de despejarme y volver a entrar en el mundo real. Repasé mentalmente todo lo ocurrido desde que me despedí de Alan el día que se marchó a Lisboa y yo me fui con los niños a casa de mi madre. Me parecía un mal sueño, una pesadilla de la que nunca me despertaría. Salí de la ducha y calibré la opción de secarme el pelo, pero recordé mi promesa de no tardar en reunirme con en el señor Ockham en el vestíbulo. Me vestí, guardé las pocas pertenencias que había llevado y las cosas de Alan, o las que parecían ser de él al menos, en la maleta y bajé al vestíbulo del hotel. 
El señor Ockham me esperaba de pie junto a la recepción. Entregué la tarjeta y pregunté a cuánto ascendía mi cuenta. 
- Nada, señora – me respondió en un perfecto castellano el recepcionista. Su cuenta ya ha sido pagada. 
Miré al señor Ockham que hizo un gesto leve con la cabeza, asintiendo. 
- No tenía porque, se lo agradezco – le dije. 
- No es molestia. Ya le dije por teléfono que los gastos corrían de nuestra cuenta. Suficiente dolor tienen ustedes ya. Vayamos a desayunar, tendrá hambre. He escogido un sitio de camino al aeropuerto 
- Estupendo – la verdad es que tenía hambre. No había comido nada desde el día anterior, aunque creo que tampoco hubiera podido hacerlo. Las emociones, negativas para mi desgracia, habían desplazado cualquier sensación y cualquier gesto de autocuidado, como casi siempre. Cuando me ocurría algo malo, no necesariamente catastrófico, tendía a olvidarme de comer, de peinarme y de algunos otros cuidados básicos.
Mi estómago me estaba recordando esto ahora. Según me había hecho mayor había desarrollado un especial cuidado por este tema y no dejaba que ningún sentimiento se interpusiera hasta ese límite entre yo y mi cuidado.
El señor Ockham me llevó a una cafetería sencilla, donde pude tomar las mejores tostadas que había comido en mucho tiempo. 
- Me encanta este sitio – dijo de repente el señor Ockham mirando fijamente a algún punto situado detrás de mi. 
- La verdad es que es un sitio acogedor – le respondí.- Señor Ockham… - empecé a preguntar sin saber si él estaba escuchándome. 
- Pregunte, señora Marfen. Se ha ganado el derecho a unas cuantas respuestas. Pero sepa, que negaré haberle dicho nada de lo que a continuación le diga. 
- Quiero saber qué ha pasado. Quiero decir ¿de verdad han muerto todos? ¿Por qué no han venido las parejas de los compañeros de Alan? ¿Es usted policía? ¿Por qué percibo tanto secretismo alrededor de esto. Si parece un accidente? ¿P…? 
El señor Ockham paró mi retahíla de preguntas alzando una mano 
- Vale, vale, vale. – lo dijo con una sonrisa, una que no había apreciado hasta ahora y que le hacía parecer aun más joven y atractivo – Vamos por partes. No puedo decirle a qué cuerpo de seguridad pertenezco exactamente, pero sí puedo decirle que las circunstancias del incendio aun están por esclarecer, aunque de cara a la galería, a los medios de comunicación, a las familias, ha sido un accidente provocado por un cortocircuito que se produjo en la habitación de su marido de madrugada. - Confío en su discreción.
- Por supuesto – confirmé -. Pero me gustaría estar al tanto de los avances de su investigación. 
- Le garantizo que yo mismo le informaré cuando tenga algo claro. Por desgracia – continuó - sí, han fallecido todas las personas que se encontraban en el hotel en ese momento. Desde luego todos los empleados del banco donde su marido trabajaba, ya que habían regresado temprano de tomar algo. Eso lo sabemos gracias a un sistema de reconocimiento que dispone el hotel donde se alojaban. El sistema es capaz de reconocer cuándo han sido abiertas las puertas de las habitaciones y si alguien se encuentra dentro. Igualmente cuando las abandonan. Todos los alojados en el hotel se encontraban en él cuando se inició el fuego. No quiero entretenerla con explicaciones de cómo hemos podido averiguar esto y dónde se encontraba cada huésped. Las demás parejas no han venido porque hemos repatriado los cuerpos, todos excepto el de su marido, que no ha aparecido. Solo las pertenencias que le he entregado. Nos pareció oportuno darle la posibilidad de venir e identificarlas en el sitio del accidente, aunque fuera duro. - 
- Se lo agradezco. Ha sido importante para mi poder hacerlo – no sabía porqué pero toda la rabia y el enfado que el día anterior había provocado en mi este hombre, hoy se tornaba en agradecimiento y una sensación de bienestar.-Aun así, no entiendo muy bien cómo sabían ustedes tanto acerca de mi… 
El señor Ockham me interrumpió: 
- Lo siento señora Marfen. Debemos irnos o perderá usted el vuelo. Quizá podamos charlar de esto en otro momento. 
Si, claro –pensé-. Quedaremos el próximo viernes para tomar café. La ironía inundó mi pensamiento. Otra ez me iba a quedar sin resolver todas mis dudas. 
La despedida fue algo más cálida de lo que fue nuestro encuentro, al menos por mi parte. El vuelo fue tranquilo y aproveché para ordenar mis ideas, los acontecimientos acaecidos y organizar mentalmente la vida de los próximos días.





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