Las palabras son mágicas, curan, unen, pueden ser imaginadas y se plasman aquí para ser disfrutadas. Deja a tu alma unirse a la mía, recorrer nuevos mundos, inventar nuevos personajes y vivir con ellos las palabras de sus aventuras.

lunes, 1 de octubre de 2012

CAPÍTULO XV

No había nadie esperándome al llegar. Casi esperaba que el señor Ockham hubiera mandado un coche a recogerme, pero tuve que coger un taxi. Cuando llegué a casa no encontré a nadie. Miré la hora. Los niños debían estar en sus actividades y mi madre con ellos. Deshice la maleta despacio, coloqué todas mis cosas dejando las dos bolsas que me había traído de Lisboa para el final. Cuando terminé de colocar la ropa y las cosas de la bolsa de aseo me senté en la cama y miré las dos bolsas. Esa era nuestra cama, la que habíamos compartido durante tantos años y ahora ya no nos recogería a los dos juntos. 
Cogí la primera bolsa, la que contenía el anillo y la medalla de Alan, cosas que estaba segura eran de mi marido. Las lágrimas comenzaron a rodar por mis mejillas. ¡Esto era una pesadilla! El tono del móvil comenzó a sonar. Miré la pantalla: Isabel. Tenía que descolgar y contárselo todo. 
- Isa – aun se me notaba el llanto – te necesito aquí. ¡Ya! 
- Algo así imaginaba. Estoy en la puerta - respondió
Fui corriendo a abrir la puerta de casa. Allí estaba Isabel, plantad en la puerta con su bolso de Louis Vuitton y un peinado que pedía a gritos una peluquera. 
- Cariño mío – dijo al tiempo que entraba en casa y me daba un tierno abrazo - ¿Qué ha pasado? Tu madre no me ha querido aclarar nada. Solo me ha dicho que tuviste que ir a solucionar unos asuntos de alan , que me llamarías, pero no lo has hecho y me tienes de los nervios. De verdad, no se cómo puedes aislarte así del mundo. Bueno, que te aísles de los demás ben está, pero ¡de mi! Becky no te entiendo…. 
Isabel hablaba sin parar, y hablaba deprisa, y yo estaba empezando a desconectar de la conversación. Caminé hacia la habitación y ella me siguió, hablando, preguntándose dónde demonios me había metido. Entonces levanté la bolsa, la que contenía el anillo y la cadena, e Isabel se calló. Abrió los ojos desmesuradamente. Después de la boca, pero no dijo nada. 
- Ha sido un accidente – comencé – un incendió en el hotel donde se alojaban 
Isabel nunca había estado tanto tiempo callada. 
- Isabel, ¡por favor! ¡di algo! La zarandeé 
- Pero… si es una broma, es de las peores que me has gastado, en serio. 
- ¿Pero cómo voy a bromear con algo así? 
- ¡Ay, Dios mío! ¡Ay, Dios mío! No puede ser, no puede ser… - Isabel hundió su cara entre sus manos y, por fin, rompió a llorar.
Cuando Isabel pudo calmarse le conté, con todo lujo de detalles, mi viaje a Lisboa, las conversaciones con el señor Ockham, mis sospechas sobre lo ocurrido y escuché atentamente su parecer. Nos encontrábamos en la cocina tomando café cuando sonó el teléfono. Descolgué y mantuve una pequeña conversación con uno de los superiores de Alan. 
- Bueno, debo preparar un funeral - le anuncié a mi amiga.

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